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Si no recuerdo ya mis últimas palabras, es porque el tiempo arrasó con las libretas que en mi cabeza se vaciaron de páginas tachadas, quedando tan solo la espiral llena de restos de papel arrancado y aquellas tapas azules desgastadas.

Si hoy las letras se agolpan apresuradas es por recuperar las hojas en blanco que aún con el precinto estaban. Y liberadas con una inspiración seguida de un suspiro de caracteres han hecho explotar el sinsentido del abismal vacío literario que me acompañaba.

Soy consciente que tal vez, no suenen acompasadas, pues libres brotan sus trazos como el agua cristalina del deshielo que buscando su camino fluye por arroyos nuevos.

Si hoy no escribo con la urgencia del que olvidó como se espera, es probable que al descuido, en un tropiezo, las pierda; y tan desordenadas queden las ideas que, mudando lógicamente a incoherentes, ni yo desearía escribirlas, ni nadie consideraría leerlas.

Si esperabas una historia que comienza, sigue, acaba; es que no me leíste nunca, ni entendiste de qué hablaba.

Si esperabas una historia que termina, enreda, empieza; no dejes tus perspectivas en las manos de un poeta.

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